
Hoy he descubierto este imponente repaso a algunas de los mejores temas de la etapa cumbre de Andrés Calamaro: “Diez canciones de Andrés Calamaro que cambiaron el rock español”.
El texto se centra en las creaciones del argentino en ‘Alta Suciedad’ y ‘Honestidad Brutal’, sus dos obras en solitario publicadas entre 1997 y 1999, tras la separación de Los Rodríguez.
Corroboro prácticamente todo lo que se dice en este artículo de la revista efeeme, y me gustaría añadir algunos detalles personales porque a Calamaro lo descubrí gracias a Migue y cada vez que escucho el ‘Alta Suciedad’ es como si volviera a conectar con él.
Migue siempre tuvo esa facilidad innata para distinguir lo bueno de lo malo a nivel musical. Para saber si un disco era garrapatero o no, hablando en su idioma.
Como muchos chavales a finales de los 90 descubríamos canciones a través de los amigos, las revistas musicales y las emisiones de radio o televisión. Lo de buscar música por ordenadores conectados entre sí todavía nos quedaba un poquito lejos.
Y en esas creo que fue la cadena ‘+ Música’, luego lamentablemente reconvertida en ‘40TV’, la que programó un concierto de Andrés desde la sala El Sol de Madrid.
La cinta VHS virgen siempre la teníamos preparada en el vídeo y Migue grabó aquel directo, que luego absorbió y disfrutó una vez tras otra.
ALTA SUCIEDAD
Yo me burlaba de Calamaro diciéndole que ese era el de Los Rodríguez, el que salía en los 40 poniendo boquita de piñón en el videoclip del ‘Sin Documentos’. Pero Migue, acertadamente, pasó olímpicamente de mis opiniones, demasiado condicionadas por una devoción heavy-metal y hard-rockera de la que fui saliendo poco a poco, comprendiendo que la música no tiene fronteras.
Que tienes que despojarte de tus prejuicios y dejarte sorprender por artistas como Andrés, un tipo que es capaz de escribir y cantarte en español, con unas letras profundas y originales, y con una música fruto de una borrachera bien entendida de la parte más decadente, melancólica y descarada de gente como Dylan, Bowie, Beatles, Sinatra, los Rolling o Marley.
Precisamente esa clarividencia para con la música que le gustaba, también la llevaba Migue hasta sus últimas consecuencias en lo relacionado a las canciones que escribía.
Su método no era otro que pulir y redondear todo lo que creaba. Lo trabajaba infatigablemente. Tenía esa necesidad y ese impulso.
Así que, a la hora de defender su repertorio y su historia, nunca le temblaba el pulso. Le daba igual a quien le gustara o no. Se reía de las malas críticas, eso no le afectaba.
Migue me enseñó que, si de verdad crees en tu trabajo, no tienen por qué afectarte las opiniones de otros. Es el sino de todo aquel que exponga su creatividad en público. Y la paradoja de que a su vez uno mismo, cuando sale de su rol como “creador”, también ejerce el papel de “crítico” y puede disfrutar de esa libertad de expresión al hablar y comparar los discos, o los artistas que te gustan más o menos, o que ya dejaste de escuchar.
Migue siempre fue un pasito por delante de todos los que le rodeábamos.
> Andrés Calamaro: Alta Suciedad (álbum completo)
> Andrés Calamaro: Honestidad Brutal (álbum completo)